Cuando somos niños parece que todo son deberes y obligaciones. “Los mayores hacen lo que quieren” nos decimos, pero llegamos a mayores y seguimos mandándonos. ¿Qué pasa?
¿QUÉ PASA CON LOS ADOLESCENTES?
En la adolescencia tenemos cambios físicos (innegables), emocionales (las hormonas van que vuelan), y mentales (la etapa de mayor desarrollo neuronal).
Y nos rebelamos: “¡Yo soy yo porque no soy tú!” decimos a veces hasta con palabras.
Es el primer movimiento de independencia, en lucha contra la dependencia de los padres que todavía sentimos.
Vamos mirando lo que hacen los padres para hacer algo diferente. Y también nos giramos al mundo y es como si lo descubriéramos de nuevo. Los grupos de amigos son ahora muy importantes.
Sentimos rabia cuando nos mandan los padres , “como si fuéramos niños pequeños”, nos rebotamos. Y puede que pasemos a la prepotencia, nos ponemos por encima de ellos. Y también seamos un poco anarquistas, cuando vamos contra lo establecido.
Es más fácil atender cuando aluden a las normas de la familia o de la casa.
Para los padres es imposible seguir haciendo más de lo mismo, cada día, cada momento, ahora es diferente.
Y aunque no lo parezca, va bien.
Todas esas discusiones son naturales y ayudan al desarrollo y a la búsqueda de la identidad individual. Eso si, no conviene entrar en luchas de poder. Nadie ha de mandar a nadie. Es mejor que todos se atengan a las reglas de la casa. Ahora puede haber una colaboración y un intercambio de opiniones enriquecedor, aunque no sea nada cómodo.
Es imposible mantener la “zona de confort” como estaba. Pero también puede cambiar para mejor.
En esta etapa de hacernos adultos pasamos de vivir con una jerarquía padres-hijos a una relación entre iguales, como adultos que estamos aprendiendo a ser.
Buscamos nuestra opinión propia y la defendemos tanto como nuestros derechos. Me doy cuenta de que sigo teniendo derechos y deberes, pero ahora también con la sociedad.
Me toca salir de la inocencia y el narcisismo infantil. Tengo derecho a expresarme y expresar mis derechos, pero estos llegan hasta donde empiezan los de los demás.
A veces nos sentimos culpables, sin tener muy claro por qué.
Salir de las normas familiares, hacer el tonto o volver más tarde de la hora acordada, pensar diferente, sentir vergüenza por lo que hacen nuestros padres,…nos hace sentirnos culpables
Pero es habitual sentir esa culpa en esta etapa cuando hacemos cosas diferentes a las familiares.
Cuando nos hacemos adultos decidimos lo que queremos y no queremos hacer. Ya no vale decir eso que se oye por ahí: “Obedezco al mandato de…”. No somos soldados de Hitler, ni debemos obediencia ciega a nadie.
Para poder hacer lo que queremos es necesario que nos demos cuenta de las consecuencias.
Si obtenemos un resultado que nos gusta ¡genial!, a repetir.
Y si no, si es perjudicial, necesitamos corregir.
No podemos ir echando culpas fuera, a los demás. Ellos tendrán su parte.
Ahora somos responsables de nuestra vida, somos los más capaces de responder por ella en las diferentes circunstancias, de disfrutarla.
Ahora podemos elegir y hacer lo que queremos hacer.