No te engañes, nadie te está quitando la libertad para hacer lo que quieras. Salvo tu mismo.

¿A quién culpas? ¿A quién te han enseñado a culpar?

Si eres adulto, ya puedes elegir. Incluso cuando no eliges estás eligiendo que los demás lo hagan por ti.

– “No quiero ir a trabajar mañana.”
– ”No vayas”
-”Tengo que ganar dinero para tener una casa y poder comer”
– “¿Quieres entonces trabajar para tener casa y comida?”

Todos decimos que si. Querer y apetecer son dos experiencias diferentes.

LA LIBERTAD LLEGA CUANDO TE PREGUNTAS QUÉ QUIERO

“Quiero ser libre como cuando era adolescente”

En tu adolescencia lo que llamabas libertad era boicotear las reglas de casa. Hacer lo contrario a lo que tus padres hacían.
Es lo que necesita hacer un adolescente para empezar a construir una identidad propia. Hacer lo opuesto a lo que hacen los padres, y a veces saltarse las reglas y probar qué pasa. Conocer hasta dónde llegan las consecuencias de lo que haces.
Pero en el siguiente paso, ya como adulto, te preguntas : “¿Qué quiero hacer?” hagan lo que hagan los padres.
Si ya eres un adulto necesitas elegir qué reglas quieres seguir y aceptar las consecuencias, buenas y malas.
Y estas reglas que guían tu vida son las que te ayudan y te limitan a la vez.
Si te haces del Valencia Club de Futbol te echarán si en los partidos gritas a favor del equipo contrario.
Si tienes una familia, que es como tener un equipo, también hay unas reglas que implican valores. ¿Qué es importante para ti cuando convives con otras personas?:
Un reparto equitativo en el mantenimiento de la casa o el coche, pasear al perro, limpiar al gato, atender a los niños si los hay…el orden, la limpieza, el respeto, el cariño, la escucha, la responsabilidad…
Necesitas reconocer qué es importante para ti e implicarte en ello. Sino, no lo vas a  disfrutar y lo perderás. Ya no te manda nadie.

PIDE, NO MANDES

Tampoco puedes mandar a nadie a quien no estés pagando un sueldo a cambio o sea tu hijo.
La relación de pareja es recíproca y el amor es condicional para que funcione.

-“Pásame la sal”
-”¿Me pasas la sal?”

Basta con poner un interrogante al final de la frase para convertir un mandato en una petición. ¿Cuál te gusta más oír?
En la primera estás mandando, en la segunda estás reconociendo el derecho de la otra persona a decir si o no. Su libertad para decidir. Y el reconocimiento es amor.

OBEDIENCIA CIEGA, ORDENES CADUCADAS

Cuando somos niños es cuestión de supervivencia obedecer a los padres.
Cuando somos adultos eres como un robot. Te programas y te mandas : Tengo que, debo, hay que…obligándote a obedecer. Sin pensar.
Se llaman introyectos. Son las órdenes de los bisabuelos, a los abuelos, a los padres, que te llegan a ti y que tu pasarás a tus hijos y a los nietos sin haber reflexionado ni actualizado. De esta forma un suceso del pasado que trastoca el sistema familiar va a prolongarse durante generaciones.
Son creencias limitantes, condicionantes y a veces esclavistas.

-”¿Quién te ha mandado hacer eso?” me reñían cuando era pequeña y hacía algo espontáneamente.
-“Si no me mando no haría nada” me dice una mujer metida en una depresión hace años.

En lugar de reflexionar los pensamientos mandones que nos pasan por la cabeza y ajustarlos a las necesidades actuales vamos a golpe de mandato con nosotros mismos coartando nuestra libertad.
No prestamos atención a cómo estamos hoy, de cuanto tiempo disponemos,  necesidades y prioridades. Simplemente nos decimos: “lo tengo que hacer y para ahora, ¡ya!”
Y llega el agobio la autoexigencia, las prisas y la ansiedad. Y luego la depresión.

LIBERTAD DENTRO DE UNOS LÍMITES

Si vas por una carretera nueva de montaña, llena de curvas, ¿qué prefieres encontrarte limites de velocidad y señales de curva peligrosa o ninguna indicación?
Te sentirás más seguro si hay señales que limitan pero a la vez protegen.
Las creencias dirigen nuestra vida y la condicionan. Y nos van a dar un cierto grado de seguridad y bienestar.
La libertad absoluta está de moda en la educación de los niños. Y el mundo es demasiado grande y desconocido para ellos. Esa libertad sin una guía los va a convertir en miedosos, inseguros y con reacciones agresivas.
Los límites y las reglas funcionan muy bien para darnos seguridad y tranquilidad.
Para que nuestra libertad vaya acompañada de bienestar y felicidad necesitamos ser  más conscientes de lo que hacemos. Podemos ir ajustando las creencias al presente reflexionando lo que nos decimos. No funciona que nos limitemos a seguir esas órdenes ciegamente.
Si te mandas, encontrarás que boicoteas tus ordenes , y no lograras tus objetivos si no es con mucho esfuerzo. Te frustrarás, y puedes deprimirte.
Para tu bienestar y el de los que te rodean,  deja de funcionar por mandatos y empieza a decidir cómo quieres vivir.
Implícate en la vida y la disfrutarás, aquí y ahora.

Tu eliges.

 

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