Quiero tener la razón. Mi opinión me parece una verdad absoluta que los demás han de aceptar por su bien. Pero ¿es así?

Los seis sabios ciegos

Erase una vez seis hombres sabios que vivían en una pequeña aldea, en la que apareció un elefante.

No había pasado nunca, no lo conocían. Así que pidieron ayuda a los seis sabios. Como eran ciegos y no lo podían ver, decidieron reconocerlo por el tacto.

Uno cogió una oreja, amplia, plana, se movía hacia delante y atrás, y dijo: “Es como un enorme abanico”.

El segundo, cogiendo una pata, dijo: “Es como un árbol!”.

El tercero palpaba la cola del animal y comentaba: “Pues a mi me parece que es como una soga”.

El cuarto, agarrado a un colmillo, gritó: “¡Es como una lanza!”.

El quinto, que tocaba el costado del elefante, dijo: “No, es como un alto muro!”.

Y el sexo que cogía la trompa, les dijo a los demás que estaban todos equivocados porque “era como una serpiente”.

Empezaron una interminable discusión que duró horas , sin llegar a ponerse de acuerdo. Todos creían tener la razón. Todavía dura.

Anónimo.

Si en lugar de pelearse los sabios para tener “la razón” hubieran escuchado a los demás, habrían podido reconstruir entre todos cómo es un elefante.

Los seres humanos no captamos la totalidad de la información. Por una cuestión de supervivencia y efectividad, seleccionamos la información que recibimos a través de los sentidos.

Esa selección depende de nuestra cultura social, nuestra educación, nuestro carácter, nuestros intereses particulares en un momento determinado.

Te quedas embarazada y ves un montón de embarazadas a tu alrededor.

Te quieres comprar un coche rojo y los coches rojos resaltarán como nunca.

Te rompes un brazo y te das cuenta de cuanta gente con lesiones o muletas hay en la calle.

Oyes que este o aquel partido político es bueno o malo, y te lo crees absolutamente si es lo que has oído en la infancia.

Lo que tengo claro es que es lo normal y lo bueno es lo mio… o ¿no es así?

Un día llega a casa una amiga que es curiosa y preguntona y nos cuestiona nuestra realidad:

Por qué tomáis tantas pastillas? ¿Por qué no podéis intercambiar vuestra ropa con la de otros amigos? ¿Por qué discutís o no con los demás familiares? ¿Por qué evitáis tomar decisiones o resolver los problemas? O ¿por qué tomáis café después de las comidas y no solo en el desayuno?

Y me doy cuenta de que mi realidad, mi verdad, no es absoluta. Hay personas y familias más allá de la mía que viven de otra manera.

“El mapa no es el territorio” dicen en Programación Neurolingüistica. El mapa de la realidad que nos construimos es solo mio.

A mi me cuentan un cuento, y lo que es más significativo para mi, otras personas ni recuerdan haberlo oído. Es así!

La lucha por tener la razón pierde sentido cuando me doy cuenta de que no hay una sola realidad, ni verdad en el mundo, sino muchas formas diferentes de percibirlo y entenderlo.

Reconocer y aceptar esas diferencias  me da nuevos puntos de vista, y me enriquece. Cada día es una oportunidad para descubrir algo que no sabía, ampliar mis conocimientos y percibir la grandiosidad de la vida.

Todos tenemos la razón, nuestra razón, y los demás la suya.

Marta Vidal, psicóloga

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