Rebuscando en el cubo de la basura, mejoré mi autoestima.
Me encontré todo lo que había rechazado a lo largo de mi vida. Quizás lo hice porque a mis padres no les gustaban, o quizás así lo aprendí.
MIS PIES ERAN FEOS
¿Mis pies eran feos? Eso me decía mi madre y yo me los miraba, pero no los veía muy diferentes de los de los demás. Por si acaso los escondía.
Posiblemente fue el motivo que me llevó a mi primer curso de desarrollo personal:
Reflexología podal. Tenemos reflejado en los pies el cuerpo en su totalidad. ¡Una maravilla!, que me hizo valorarlos, masajearlos y quererlos.
¿Por qué tenemos que valorar el cuerpo por un juicio estético antes que por lo que nos permite hacer, por su funcionalidad, por lo que nos permite sentir?
NO PUEDES SER EGOÍSTA
No tenía permiso para ser ni egoísta, ni egocentrista, ni pensar en mi misma.
Tenía que estar siempre dispuesta a dar a los demás, o por lo menos compartir, lo que recibía.
Me regalaron por mi cuarto cumpleaños un camión volquete amarillo lleno de caramelos. Lo tenía en las manos, era la primera vez que tenía tantos caramelos en mi poder y ¡estaba encantada! Y de repente, mi madre lo ve y me lo quita, y empieza a repartirlo entre los niños de la fiesta. Algo pasó ahí.
Años mas tarde, a mi hija de dos años le puse el día de Reyes Magos un gran camión amarillo con pedales. Casi ni se subió.
Yo ya no recordaba el otro camión. Pero creo que me lo regalé a mi misma.
Así completamos vivencias inconclusas, temas sin cerrar.
¿Cómo puedo tener autoestima y quererme, si no puedo ser egoísta?
ERES DEMASIADO MAYOR PARA LLORAR
Tenía unos tres años cuando empecé a entender qué significaba eso que me decían cuando lloraba. Ya no tenía derecho a llorar si quería que me aceptasen. Dejé de hacerlo delante de la gente. Me aguantaba y lloraba cuando me podía quedar sola y no me veía nadie.
Ya he sacado la tristeza de la basura, ya no me da miedo. Ahora me da salud.
En mi infancia tampoco existían los miedos. No se hablaba de eso en casa. Necesité un curso de trabajo con la familia para reconocerlos.
Antes sólo podía ser valiente y tirar hacia delante.
Todavía me surgen a veces miedos del pasado que necesito abrazar para ganar entereza y ser un poco más yo.
No es posible aceptar unas emociones y rechazar otras, no funcionan así.
La emoción es como el agua que sale por un grifo: puede salir más o menos pero no podemos elegir esta gota si y la otra no. Sólo ponerles nombre.
Así que la rabia y el enfado también estaban rechazados.
En casi todas las familias lo están. Tensé la mandíbula para contenerla durante años.
Es difícil. Pero con tres hermanos más pude entrenarme en la lucha hasta que venían los adultos a pararla. Aprendimos a poner límites y que no nos hicieran bulling en el colegio. Aprendimos a defendernos.
Más tarde encontré otras formas de gestionar la rabia y pude aflojar mi identidad de luchadora/defensora para invertir esa energía en otros usos.
Incluso la alegría estaba bastante contenida en mi infancia. Quizás por necesidad de no llamar la atención o porque despreciaban hacer tonterías.
Me sorprendió en un curso enterarme de que hacer tonterías es una de las técnicas más valiosas para desdramatizar. Sobretodo cuando estamos viviendo emociones muy fuertes.
Saqué “hacer tonterías” de la basura, las valoré, me liberé un poco más y descubrí que me había casado con un maestro en el tema.
SI ME PERMITIESE HACER LO QUE QUIERO, NO HARÍA NADA
Es una mentira bastante habitual.
Si me lo creo, me paso la vida mandándome lo que “tengo” que hacer.
Si no me lo creo, suelo hacer lo mismo, pero más a gusto. Hago lo que quiero.
He rescatado ese “cuando sea mayor haré lo que quiera”, que hemos pensado alguna vez todos los niños, pero sin necesidad de rebeldías contra las normas.
Ahora, cada vez que me mando (tengo que, debo, hay que), me pregunto, ¿quiero hacerlo? ¿ lo necesito? Y llego a acuerdos conmigo misma.
Mandarme me robotiza, me invalida como ser humano.
Creo que es una de las peores torturas a la que nos sometemos las personas.
Como adulta, ya puedo elegir mi vida, ¿por qué mandarme?¿qué me impide vivir en el presente y disfrutar la vida?
“¿Me apetece?” entraría también en la ecuación.
UNA LISTA DE RESCATES Y OTRA DE COSAS QUE CADUCAN
Tengo una larga lista de adjetivos, de características que antes negaba tener o ser y que también he recuperado:
Ahora me permito también ser aburrida ( y guío relajaciones bastante efectivas), también ser caprichosa ( y reconozco mi derecho a elegir como adulta), también ser egoísta ( que me permite quererme), también ser divertida (y hacer tonterías), también ser tonta ( que me permite no tener que saber algunas cosas), tener límites, etc.
Generalmente puedo encontrar algo bueno en todo lo que me parecía malo y aprovecharlo.
El cajón de los reproches y el de la crítica interna que llevamos internamente, nos va a dar la posibilidad de encontrar tesoros perdidos.
La crítica interior ahora trabaja en equipo conmigo, se ha vuelto constructiva. Y los reproches los voy borrando del pasado y enviando hacia el futuro con mejores alternativas.
Cuando cuestioné lo malo, también cuestioné lo bueno.
Me encontré sueños y deseos que ya han caducado, como los yogures; ideales desidealizados, que ya están en tierra; ilusiones desilusionadas; pensamientos demasiado rígidos que impedían un ajuste al momento actual; emociones, que se estancaban y que ahora puedo dejar pasar; otras emociones que me obligaba a tenerlas, sin necesidad
El pasado ya pasó y el futuro no ha llegado. Sólo el presente es real.
UN GUION DE VIDA ACTUALIZADO
Hay conductas con las que todos los implicados salen perjudicados, como las luchas de poder, ciertas venganzas, comportamientos narcisistas de búsqueda de atención en adultos, …son conductas que hay que dejarlas en el pasado.
Nada es 100% malo o bueno. Suele ser una cuestión de dónde, cuándo, quién, cuánto.
Si lo que era bueno y malo ya no me sirve de guía ¿qué puedo utilizar?
En cierto momento me pasé a apoyarme en lo que “funciona o no funciona” para los objetivos previstos.
Y más tarde en “es saludable o no lo es”
En lugar de calificar algo de bueno o malo, me ayuda más utilizar unos adjetivos que me informan mejor como práctico, incómodo, desagradable, torpe, efectivo, saludable, insano, funcional o disfuncional,…
El nivel de ética adulto dice: “Haz lo que crees que es mejor para todos los implicados en una situación incluida tu misma”
“Trata a los demás como te gustaría que te trataran” es todavía infantil. Te deja a expensas de cómo funcionen los demás.
Me quiero más a medida que me conozco más y acepto y valoro lo que antes rechazaba.
He ganado en libertad a medida que voy descubriendo mis nuevos límites.
Y gano confianza en mí misma, paz, fuerza interior y calma.
Yo soy yo, piensen lo que piensen de mí los demás.
Marta Vidal, psicóloga en Valencia