¿Y TÚ QUÉ OPINAS?

Los introyectos y el derecho a existir

Cuando sea mayor haré lo que quiera”, me decía un montón de veces en mi infancia, cuando no me dejaban elegir, cuando coartaban mi libertad.

Y luego me hice mayor y me encontré diciendo a mis hijos lo mismo que me habían dicho a mí, esas palabras que me había propuesto que nunca les diría.

Resulta que se llaman introyectos. Son todas esas creencias, mandatos, “letreros”, palabras fijas que nos vienen a la cabeza sin buscarlas.

No las reconocemos como nuestras.

Son mensajes que hemos recibido de nuestros padres, y ellos de los suyos, y así hasta a saber qué generación.

Muchos de ellos son ordenes: “Has de ser trabajador”, “no seas vago”, “tienes la culpa”, “los niños se callan”, “eres una mentirosa”, “te vas a quedar sola, “no te va a querer nadie”…podría llenar páginas y páginas.

Nos los hemos tragado en la infancia tal cual, sin masticar, y por eso muchos de ellos nos dan dolor de estómago en la actualidad y nos amargan la vida

Cuando tener tu propia opinión crea conflicto

Necesitamos vivir, tenemos ese instinto de supervivencia desde el nacimiento cuando sólo nos valemos del llanto para reclamar atención. Y enseguida tenemos claro que hemos de hacer lo que nos dicen los padres. Son nuestro sustento.

Y ellos también lo tienen claro, y pocas veces nos piden la opinión a los hijos.

Si no son demasiado autoritarios los padres, los hijos nos permitimos opinar, lo que está muy bien. El sistema familiar democrático, en el que todos opinan y deciden los padres, es el que mejor funciona.

Pero muchas veces los hijos tenemos nuestra propia opinión, y si es diferente a la de los padres, nos crea conflicto y peleas. Parece que sólo uno puede tener la razón.

Así que, por pura supervivencia, cedemos, callamos, dejamos de expresar lo que pensamos, y buscamos estrategias alternativas para poder hacer un poco lo que queremos, sobretodo en la adolescencia.

Y de adultos dejamos de preguntarnos: “¿Y yo qué?, “Y yo qué quiero?”

Ya no desarrollo una opinión propia sobre las cosas que me sirva de apoyo en mi vida adulta.

Eso si, aprendo a ceder, a sacrificarme, a “no ser egoísta”, a negarme lo que siento: “es sólo una sensación”, a agarrarme a idealizaciones, imaginación y sueños que me impiden vivir la vida real.

¿Cuál es la vida real?

Una forma neurótica de vivir

La realidad es que estoy viviendo con la forma de funcionar de los demás, de mis padres, vecinos, amigos que me aconsejan, lo que oigo en la radio o la televisión y de libros de autoayuda. Y nos vienen los miedos y las revisiones de lo hecho: “Voy a quedarme sola”, “lo hago todo mal”, “¿Y si me equivoco?”, “Y si he dicho algo que no tenía que decir y …?”

Ni siquiera nos tomamos el tiempo para responder a esos miedos tan preguntones.

Vamos, que pretendía hacer lo que quisiera cuando fuera mayor y ahora me encuentro que todavía estoy siguiendo órdenes y llena de dudas.

Vivo revisando el pasado y lo que ha podido ir mal y creando perspectivas catastróficas de todo lo que fallará en el futuro.

Y como no tengo la cabeza en lo que hago, sino que estoy pensando en otra cosa, pierdo las llaves, me olvido la carpeta, me equivoqué de cajón, ¿dónde he puesto la mascarilla?

Vivimos neuróticos saltando del pasado al futuro y olvidándonos del presente, del aquí y ahora. Y eso da muchísimo malestar. Eso no es vida.

Una forma saludable de vivir, el derecho a existir.

Si no tienes opinión, te tragas la de los demás.

Si no eliges tú, los demás eligen por tí.

No hay una única razón, cada uno tenemos una forma de vivir y de ver la realidad, y aunque tu opinión no sea la mejor, es la tuya. Y si te equivocas es tu equivocación y es mucho más fácil de corregir que las de los demás.

Las opiniones de los demás nos pueden enriquecer y ayudar a ampliar nuestra forma de vivir y ver la vida.

Pero tú eres el protagonista de tu vida.

Tienes derecho a existir estés como estés. Seas como seas.

Tienes derecho a dejar de ser invisible para los demás.

Puedes responder a tus miedos preguntones, aunque sea con un “no sé”, muchas cosas no las sabemos antes de que ocurran. Con cada respuesta reconocerás un recurso que tienes.

Puedes preguntarte ¿qué opino de lo que acabo de leer? Es conveniente cuestionarte todo lo que lees y si encaja con tus experiencias y vivencias y otras cosas que has aprendido.

Mastica todas esas opiniones, introyecciones, que te han llegado de fuera y también de tu familia. No luches contra ellas, cuestiónalas. Muchas veces es necesario actualizarlas. Tu ya no eres esa niña que las escuchaba y tragaba tal cual. Opina sobre ellas. ¿Qué pasa si estas sola?. ¿Realmente todo te sale mal? ¿Hay algo que te va bien?. ¿Quienes te muestran cariño? ¿Tu das y te dan cariño? ¿Te cuidas?

Puedes atreverte a opinar y decir lo que piensas, aunque sea diferente de lo que piensan los demás. Y, para evitar conflictos, puedes hablar de forma asertiva, empezando las frases: “Yo opino..”, “Yo creo que …” . Evita empezarlas con “Tú…”, que suele llevar a discutir.

Pregúntate qué quieres, para conocerte un poco más. Cuando hacemos lo que realmente queremos, también hacemos lo que más conviene y necesitamos.

También puedes suponer cosas agradables, no sólo catástrofes.

Vive el presente y céntrate al 100% en lo que estás haciendo ahora. Sólo podemos disfrutar y estar vivos en el presente.

El pasado ya pasó y el futuro está por llegar.

Date derecho a existir y a ser también un poco diferente de los demás.

¡Eres única!

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